jueves, 12 de diciembre de 2013

ENSEÑANZA DEL MITO DE FAETÓN

Lo que pretende trasmitir la leyenda de Faetón es que los padres no deban ser tan permisivos con sus hijos y aprendan a decir que no.  
Que por permitir los caprichos de los hijos pueden llegar a tener repercusiones graves.




martes, 10 de diciembre de 2013

SONETO SOBRE FAETÓN



Fui el joven engreído que alardea
de padre dios del sol, de su carruaje
de blancos alazanes, del viaje
que en torno al mundo sólo un día emplea

noticia y desafío en la asamblea
de mis amigos, y de tal lenguaje
nació el proyecto de mi coraje
en el carro del astro auriga sea.

Me elevé entre los picos de la sierra,
volé tan bajo que abrasé la tierra,
y tan alto volé que quedó helada,

Por no lograr control de la cuadriga.
Zeus lanzó su rayo, y me castiga,
por petulante, a muerte anticipada.

Esmeralda (Amiga de Faetón)

DESEO CONCEDIDO SEGUNDA PARTE XII-II-VI

Al comienzo todo iba bien, de pronto, mi hijo, Faetón sintió unos deseos irresistibles de emprender una desenfrenada carrera por el espacio. Sin vacilar, azotó a los caballos de fuego.
Estos se encabritaron y se pusieron a correr con todas sus fuerzas. Mi hijo trató de dirigirlos o frenarlos, pero no pudodominar a los forzudos animales.

Los Dioses y hombres vieron algo espantoso. El carro del sol se apartaba de su camino y se dirigía hacia la tierra. Todos iban a morir horriblemente quemados
-¡Zeus!- grité-. No permitas que esto se acabe

Zeus, el padre de dioses y los hombres, no vacilo ni un momento. Tomó el más destructor de sus rayos y con violencia infinita lo lanzó sobre mi hijo. De el no quedaron si no cenizas. De un salto inmenso llegué hasta el carro arrastrado por los caballos desbocado. Tomé sus riendas con mis manos inmortales, y el carro de fuego volvió al camino que tenía que recorrer.

Mientras volvía a mi morada, con inmensa pena veía que las cenizas de mi hijo se esparcían a lo largo y ancho del cielo. El mundo se había salvado, pero mi corazón de padre sufría astrosamente.


DESEO CONCEDIDO XII-II-VI

Después de una impaciente noche llegó la aurora y anunció que pronto comenzaría el día.

 En el comienzo del cielo estaba preparado el carro del sol. Era un carro de fuego, con caballos también de fuego. Su brillo era inmenso. Todos los días recorría el cielo iluminando la tierra. Su conductor era mi poderoso padre Dios Sol que llevaba a los caballos con rienda firme, sin apartarse nunca del camino señalado. Pero ese día, el conductor seria yo, el joven Faetón.

-Faetón ten cuidado. No te apartes del camino. No vayas demasiado rápido. Si el carro de la luz y del fuego se aparta de su ruta, todo el mundo moriría quemado y la tierra será consumida por las llamas.

Apenas escuché las palabras de mi padre: tomé las riendas e hice partir a los caballos de fuego.

Al comienzo todo iba bien, de pronto, sentí unos deseos irresistibles de emprender una desenfrenada carrera por el espacio. Sin vacilar, azoté a los caballos de fuego.

Estos se encabritaron y se pusieron a correr con todas sus fuerzas. Traté de dirigirlos o frenarlos, pero no podía dominar a los forzudos animales.
En un memento de pánico solté las riendas y los caballos terminaron por desbocarse, lo demás todo lo veo negro.